Querido primo:
He recibido tu carta
y quiero aclararte una cosa: el que haya peregrinado a Santiago y me haya
detenido en diversas expresiones del sentimiento religioso no significa, en
absoluto, que yo sea creyente. Al contrario, aunque comprenda la religiosidad,
que, al fin y al cabo -¡soy de Sevilla!- es parte fundamental de nuestra
cultura, estoy bastante distante de ella. Y, además, comparto también la magia
de otras religiones. Voy a darte varios ejemplos: para empezar, esta muestra del
Zoroastrismo, la religión de los antiguos persas, una religión monoteísta
basada en las enseñanzas de Zoroastro o Zaratustra, y que hoy practican algunos
fieles en algunos lugares de la India, llamados parsis. Los zoroastristas
reconocen como única divinidad a Ahura Mazda y rezan frente a una forma de fuego, y
sus templos están diseñados para albergar en su centro, protegido de las
corrientes de aire, un fuego que arde desde el 470, traído de un
templo de Anahita (el templo de Pars Atashkarian).
El símbolo del
zoroastrismo es el Faravahar, del que te adjunto una reproducción en un plato
persa de la época medieval, y está compuesto de varias partes. Simboliza el
progreso del hombre en su vida. En el centro, la figura humana, que representa
el alma humana, el círculo que rodea al cuerpo representa al espíritu, la mano
hacia arriba significa que se debe de seguir el buen camino, el anillo de la
otra mano simboliza la fidelidad.
Las alas están
compuestas de tres hileras de plumas, que representan los buenos pensamientos, las buenas palabras y
las buenas obras. La cola es también de tres hileras de plumas, y éstas
representan malos pensamientos, malas palabras y malas acciones. Las dos
cuerdas que salen del círculo central representan los espíritus del bien
(delante) y del mal (detrás).
Curiosamente,
este símbolo lo encontramos ahora en muchas páginas de esoterismo, que nada
tienen que ver con la religión que representa.
En segundo lugar, aquí tienes
una imagen de una religiosidad muy distinta. Es una escultura de un templo
Khajuraho, de la India. Los templos de Khajuraho eran templos del amor, y
fueron construidos durante la dinastía Chandella que alcanzó su apogeo entre el
950 y el 1050 d.C. En estos templos son frecuentes las imágenes sensuales, de
seducción o incluso explícitamente sexuales.
Estas esculturas vitalmente
eróticas reflejan la actitud hindú de considerar la unión sexual como un
acto sagrado, algo muy lejano de la actitud puritana de la religión que
acostumbramos a padecer.
Y, para terminar, el Gran
Buda de Kamakura, que se encuentra en Japón, en el templo de Kotokuin,
en la ciudad de Kamakura. Es una estatua de bronce, de una altura de 13.35
metros y un peso aproximado de 93 toneladas. Se fundió en el año 1252, por los
escultores Tanji Hisamoto y Ôno Gorôemon, y originalmente estaba dentro de un
templo de madera. Pero el templo fue destruido dos veces por las tormentas y
nuevamente reconstruido, hasta que el 20 de Septiembre de 1498, un tsunami
volvió a arrasarlo. Desde entonces el Gran Buda está a la intemperie. Aunque Buda
no es un dios, su estatua parece haber sido protegida por la providencia, que
la quería al aire libre.
Buda, que es representado con
ojos achinados como los japoneses, aunque era indio (los hombres tienden a
hacer a los dioses a su imagen y semejanza), aparece sentado en posición de
loto, con los ojos semicerrados, el tercer ojo, símbolo de la visión
interior, en el centro de la frente y
con sus manos formando el dhyani
mudra, el típico gesto de meditación, sereno y silencioso. Una
invitación a imitarle meditando.
Reflexión personal
Para esta tarea he partido de diversas páginas web,
dos de ellas del Camino de Santiago, de la omnipresente Wikipedia, de la
magnífica Artehistoria, y de Arteguías, y de las web del Ayuntamiento de Calera
de León, del turismo de Extremadura y de Galicia, de la web meridaeterna.com,
de las de las diferentes catedrales que he visitado, de diarios de viajeros-
Creo que es una de las tareas más difíciles que he tenido
que hacer, porque no sólo tenía que considerar los aspectos artísticos propios
de la asignatura, sino también otras cuestiones de significado de las obras.
Más aún para una persona que no es religiosa. Ahora bien, al final me ha
gustado pensar en el significado profundo de las obras.
Para elegir las obras de religiones no cercanas a nuestro
entorno, excluyendo, por tanto, no solo al cristianismo, sino también al Islam,
me ha resultado muy difícil encontrar imágenes y sobre todo, identificar su
fuente. Reconozco que tengo un gran desconocimiento de los artes de Persia, de
la India, de China o de Japón. Quizá debería -más adelante, cuando termine la
asignatura y tenga tiempo- pedir a alguien un buen libro de arte de estas
culturas.